Hay que ser valiente para ser conejo. Pararse en el sartén, tener alas en vez de orejas, y mirar a los mafiosos a la cara, como si arder fuera un juego. El gordo y el flaco embarazado todavía no saben que el alma habita también en lo crudo. No saben que el conejo no sabe morir. Cruel destino el de los cazadores, nunca quedan satisfechos y andan siempre preocupados por asuntos cuya seriedad enternece hasta el mas humano de los conejos.
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Hay que ser valiente para ser conejo. Pararse en el sartén, tener alas en vez de orejas, y mirar a los mafiosos a la cara, como si arder fuera un juego. El gordo y el flaco embarazado todavía no saben que el alma habita también en lo crudo. No saben que el conejo no sabe morir. Cruel destino el de los cazadores, nunca quedan satisfechos y andan siempre preocupados por asuntos cuya seriedad enternece hasta el mas humano de los conejos.
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